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7 Libros sobre Predicación que Todo Predicador Debe Tener

8 Sep

Hay varios libros excelentes escritos en inglés sobre predicación que aún no han sido traducidos al castellano como Engaging Exposition de Daniel L. Akin, Bill Curtis y Stephen Rummage o Christ-Centered Preaching de Bryan Chapell. También hay otros buenísimos en español que me gustaría recomendar como Predicando con Pasión de Alex Montoya o Clavos Bien Clavados de Byron Forrest Yawn. Sin embargo he decidido limitar esta lista a aquellos libros que han sido traducidos al español y que han sido considerados por muchos como muy influyentes y valiosos para todo predicador expositivo.

1. La Predicación y los Predicadores, Martyn Lloyd-Jones

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Se ha descrito a Martyn Lloyd-Jones como «el último de los predicadores.» Aunque él habría rechazado semejante afirmación, ningún predicador en Gran Bretaña atrajo a semejantes multitudes de manera tan continuada y fue tenido en tan alta estima. El autor nos muestra en su libro que la predicación es insustituible. La razón principal más que metodológica es teológica. El autor dice: «Para mí, el trabajo de predicar es el más grande y el más glorioso llamamiento al que alguien puede ser llamado jamás.»

2. La Predicación: Cómo Predicar Bíblicamente, John MacArthur

MacArthur

La bien conocida pasión del Dr. MacArthur por las Escrituras se combina con la visión y pericia de otros miembros de la facultad de “The Master’s Seminary” para presentar una exposición concluyente de cómo revelar con eficacia a la congregación de hoy en día el significado de la Palabra de Dios.

3. Guía de Predicación Expositiva, Stephen Olford & David Olford

Olford 3

El Dr. Stephen F. Oxford (ya fallecido) y su hijo el Dr. David L. Oxford, ambos respetados predicadores, definen qué es “predicación expositiva” (exposición de las Escrituras en vez de imposición), enseñan cuál es la técnica, y detallan la importancia (“la verdadera predicación cristiana es expositiva”). Este libro equipa y anima a los predicadores para que obedezcan su llamado y ministren la Palabra de Dios con el maravilloso método de los Oxford.

4. La Supremacía de Dios en la Predicación, John Piper

Piper

En la primera parte, el autor explica por qué Dios debe ser supremo en la predicación, y dice: “La razón de que la predicación sea tan esencial a la adoración corporativa de la iglesia es que es adecuada de manera única para alimentar tanto el entendimiento como el sentimiento. Es adecuada de manera única para despertar el ver a Dios y el saborear a Dios. Dios ha ordenado que la Palabra de Dios venga en una forma que enseñe a la mente y toque el corazón.” La segunda parte marca las pautas para lograr la supremacía de Dios en la predicación.

5. La Predicación Bíblica, Haddon Robinson

Robinson

La obra de Haddon Robinson, uno de los mejores expositores y profesores de homilética de los Estados Unidos, contiene los principios bíblicos esenciales de la predicación bíblica que necesita la gente en este nuevo milenio para conocer a Cristo y experimentar el gozo de la salvación. El propósito del autor es enfocar a los predicadores en la base de la predicación, la Biblia, y hacerles entender que todo otro fundamento extra-bíblico es fuego extraño en el altar del Señor.

6. Lecciones a mis Estudiantes, Charles Spurgeon

Spurgeon

Discursos a mis estudiantes consiste en las conferencias que Charles H. Spurgeon, el conocido predicador bautista inglés del siglo XIX, llamado el “príncipe de los predicadores”, dirigiera a sus estudiantes al ministerio cristiano del Tabernáculo Metropolitano. Algunos de los temas que se abarcan en esta obra son la vocación al ministerio, la vida devocional privada del ministro, la preparación de sermones, la voz, el don de hablar espontáneamente, etc., todos ellos escritos con pasión, vigor y claridad.

7. La Predicación: Puente Entre Dos Mundos, John Stott

Stott

John Stott, predicador y erudito de renombre mundial examina las objeciones contemporáneas a la predicación y establece una base teológica para la predicación contemporánea efectiva. Incluye un bosquejo histórico de la predicación y prácticas sugerencias para el estudio de la Biblia y la preparación del sermón.


Nota 1: Ministerios cristianos y predicadores como Desiring God (John Piper), H.B. Charles JrSermon CentralSugel MichelénThe HeartCry Missionary Society (Paul Washer) recomiendan varios de los libros que incluyo en mi lista.

Nota 2: Las descripciones de los libros las obtuve de diferentes editoriales y de los mismos libros.

Nota 3: El Ministerio 9 Marks permite descargar gratuitamente el libro, «La Predicación Expositiva» de David Helm en este link: http://goo.gl/FjzLIz

El Cesacionismo y la Historia de la Iglesia

22 Oct

Cessacionistas historicos

El Cesacionismo viene de la palabra «cesar.» Es la posición que afirma que los dones milagrosos del Espíritu Santo (como lenguas, profecía y sanidades) dejaron de ser practicados en algún momento después del primer siglo. Los Cesacionistas creen que el fin de la era apostólica y la terminación del Nuevo Testamento provocó el cese de los milagros asociados a esa edad.

Es importante señalar que el Cesacionismo no niega la posibilidad de que Dios pueda sanar a personas o hacer milagros hoy en día (en un sentido general) como un acto especial de Su providencia divina. Sino más bien enseña que el Espíritu Santo ya no utiliza a individuos para realizar señales milagrosas como lo hizo en los tiempos de Jesús y los Apóstoles.

Aunque se puede probar bíblicamente la veracidad de esta posición, el propósito de este artículo es mostrar que el Cesacionismo ha sido afirmado por muchos cristianos a través de toda la historia de la Iglesia.
Si bien la Biblia debe ser siempre la única autoridad del cristiano en cuanto a la fe y la práctica es importante conocer como el Espíritu Santo iluminó el entendimiento de lo que la Biblia dice sobre  este tema a aquellos que vivieron antes que nosotros.

Juan Crisóstomo (344–407)
Todo este lugar [hablando de 1 Corintios 12] es muy oscuro: pero la oscuridad es producida por nuestra ignorancia de los hechos mencionados y por su cesación, siendo tal como entonces solía ocurrir, pero que ahora ya no se llevan a cabo.
(Homilías sobre 1 Corintios, 36,7. Crisóstomo comenta en 1 Corintios 12:1-2 e introduce todo el capítulo. Citado de 1-2 Corintios, en la Antigua Serie de Comentarios Cristiana, 146)

Agustín de Hipona (354–430)
En los tiempos más antiguos, el Espíritu Santo descendió sobre los que creyeron y hablaron en lenguas, que no habían aprendido, según el Espíritu les daba que hablasen. Estas fueron señales adaptadas para ese tiempo. Porque había esta proclamación del Espíritu Santo en todas las lenguas [idiomas] para mostrar que el evangelio de Dios iba a ser comunicado a través de todas las lenguas sobre toda la tierra. Esto se hizo por señal y terminó.
(Homilías de la Primera Epístola de Juan, 6.10. Cf. Schaff, NPNF, Primeras Series, 7:497–98)

Teodoreto de Ciro (393–466)
En otros tiempos los que aceptaron la predicación divina y que fueron bautizados por su salvación se les dio señales visibles de la gracia del Espíritu Santo que actuó en ellos. Algunos hablaron en lenguas que no conocían, y que nadie les había enseñado, mientras que otros realizaron milagros o profetizaron. Los corintios también hicieron estas cosas, pero no utilizaron los dones como debieron haber hecho. Estaban más interesados en presumir que en usarlos para la edificación de la iglesia. …Incluso en nuestro tiempo de gracia se otorga a los que son considerados dignos del santo bautismo, pero no podría tomar la misma forma que tomó en aquellos días.
(Comentario de la Primera Epístola a los Corintios, 240-43; en referencia a 1 Cor. 12:1, 7. Citado de 1–2 Corintios, ACCS, 117)

Martín Lutero (1483–1546)
En la Iglesia primitiva, el Espíritu Santo fue enviado en forma visible. Él descendió sobre Cristo en la forma de una paloma (Mateo 3:16), y en semejanza de fuego sobre los apóstoles y otros creyentes. (Hechos 2:3). Este derramamiento visible del Espíritu Santo era necesario para el establecimiento de la iglesia primitiva, como lo fueron también los milagros que acompañaron el don del Espíritu Santo. Pablo explicó el propósito de estos dones milagrosos del Espíritu en 1 de Corintios 14:22, «Las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos.» Una vez que la iglesia se había establecido y anunciado debidamente por estos milagros, el aspecto visible del Espíritu Santo cesó.
(Comentario de Gálatas 4, 150-172. Extraído de los comentarios de Lutero sobre Gal. 4:6)

Cada vez que escuches a alguien presumir de que tiene algo por inspiración del Espíritu Santo, y que no tiene ningún fundamento en la Palabra de Dios, no importa lo que sea, dile que es obra del diablo.
(Obras de Lutero, 23:173-74)

Juan Calvino (1509–1564)
Aunque Cristo no dice expresamente si tiene la intención de que este don [de los milagros] sea temporal, o que permanezca perpetuamente en la iglesia, sin embargo, es más probable que los milagros fueron prometidos sólo por un tiempo, a fin de dar realce al evangelio mientras que era nuevo o estaba en un estado de oscuridad.
(Comentario sobre los Evangelios Sinópticos, 3:389)

El don de sanidad, al igual que el resto de los milagros, que el Señor quiso producir por un tiempo, se ha desvanecido con el fin de hacer maravillosa la predicación del Evangelio para siempre.
(Institutos de la Religión Cristiana, 159)

John Owen (1616–1683)
Los dones que en su propia naturaleza exceden la plenitud del poder de todas nuestras facultades, esa dispensación del Espíritu hace ya mucho tiempo cesó y dondequiera que alguien hoy tenga pretensión a lo mismo, tal pretensión justamente puede ser sospechada como un engaño farsante.
(Obras, 4:518)

Thomas Watson (1620–1686)
Claro, hay tanta necesidad de la ordenación hoy como en la época de Cristo y en el tiempo de los apóstoles, habiendo allí entonces dones extraordinarios en la iglesia que ahora cesaron.
(Las Bienaventuranzas, 140)

Matthew Henry (1662–1714)
Lo que estos dones fueron en general es contado en el cuerpo del capítulo [1 Corintios 12], a saber, los oficios y los poderes extraordinarios, otorgados a los ministros y cristianos en las primeras épocas para la convicción de los incrédulos, y la propagación del evangelio.
(Comentario Completo de Matthew Henry, en referencia a 1 Corintios 12)

El don de lenguas fue un nuevo producto del espíritu de profecía y era otorgado por una razón particular, para que, la empalizada judía habiendo sido removida, todas las naciones pudieran ser incluidas en la iglesia. Estos y otros dones de profecía, siendo una señal, hace mucho cesaron y han sido puestos a un lado, y no tenemos motivo alguno para esperar que resurjan; sino al contrario se nos manda llamar a las Escrituras la palabra profética más segura, más segura que voces del cielo; y a ellas es que se nos exhorta a estar atentos, escudriñarlas y retenerlas, 2 Pedro 1:19.
(Matthew Henry, Prefacio del Vol. IV de su Exposición del AT & NT, vii)

John Gill (1697–1771)
Ahora bien, estos dones fueron otorgados en común, por el Espíritu, en apóstoles, profetas, pastores o ancianos de la iglesia, en aquellos primeros tiempos: la copia de Alejandría, y la versión de la Vulgata latina, leen, “por un solo Espíritu.”
(Comentario de John Gill de 1 Corintios 12:9)

No; cuando estos dones estaban en existencia, no todos los tenían. Cuando la unción con aceite, con el fin de curar a los enfermos, estaba en uso, sólo se llevó a cabo por los ancianos de la iglesia, no por los miembros comunes de la misma, quienes iban a ser enviados por los enfermos, en esta ocasión.
(Comentario de John Gill de 1 Corintios 12:30)

Jonathan Edwards (1703–1758)
En el día de su [de Jesús] encarnación, sus discípulos tenían una medida de los dones milagrosos del Espíritu, y por lo tanto habilitados para enseñar y hacer milagros. Pero después de la resurrección y ascensión, fue el derramamiento más completo y extraordinario del Espíritu en sus dones milagrosos como nunca se llevó a cabo, a partir del día de Pentecostés, después de que Cristo había resucitado y ascendido al cielo. Y en consecuencia de esto, no sólo aquí y allá, una persona extraordinaria fue dotada con los dones extraordinarios, pero que eran comunes en la iglesia, y así continuaron durante toda la vida de los apóstoles, o hasta la muerte del último de ellos, aun el apóstol Juan, que tomó lugar unos cien años desde el nacimiento de Cristo, para que los primeros cien años de la era cristiana, o el primer siglo, fuese la época de los milagros.
Pero poco después de que el canon de las Escrituras se completó cuando el apóstol Juan escribió el libro del Apocalipsis, que él no escribió mucho antes de su muerte, estos dones milagrosos ya no continuaron en la iglesia. Porque ahora estaba completa una revelación establecida por escrito de la mente y la voluntad de Dios, donde Dios había grabado totalmente una norma permanente y suficiente para Su iglesia en todas las edades. Y la iglesia y la nación judía siendo derrocada, y la iglesia cristiana y la última dispensación de la iglesia de Dios siendo establecida, los dones milagrosos del Espíritu ya no eran necesarios, y por lo tanto cesaron, porque a pesar de que habían continuado en la iglesia durante tantos siglos, sin embargo terminaron y Dios hizo que terminaran, porque no había más motivo para ellos. Y así se cumplió lo que dice el texto, “pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.” Y ahora parece que hay un fin a tales frutos del Espíritu como estos, y no tenemos ninguna razón en esperarlos nunca más.
(La Caridad y sus Frutos, 447-49)

Los dones extraordinarios del Espíritu, como el don de lenguas, de milagros, de profecía, etc., son llamados extraordinarios, debido a que tales no se dan en el curso ordinario de la providencia de Dios. No se otorgan en las forma de la providencia ordinaria de Dios con sus hijos, pero sólo en ocasiones extraordinarias, ya que fueron otorgados a los profetas y apóstoles para capacitarlos para revelar la mente y la voluntad de Dios antes de que el canon de las Escrituras fuera completado, y así en la Iglesia primitiva, con el fin de la creación y el establecimiento de la misma en el mundo. Pero ya que el canon de la Escritura ha sido completado, y la Iglesia Cristiana plenamente fundada y establecida, estos dones extraordinarios cesaron.
(La Caridad y sus Frutos, 42-43)

George Whitefield (1714-1770)
Los carismas, los dones milagrosos conferidos a la iglesia primitiva  …desde hace mucho tiempo que cesaron.
(Segunda Carta al Obispo de Londres, Obras, 4:167)

¿Qué necesidad hay de milagros, tales como sanar cuerpos enfermos y devolver la vista a los ciegos, cuando vemos más milagros hacerse cada día por el poder de la Palabra de Dios?
(George Whitefield: La Vida y los Tiempos del Gran Evangelista del Avivamiento del Siglo 18, 1:348)

James Buchanan (1804-1870)
Los dones milagrosos del Espíritu hace mucho que fueron retirados. Fueron usados para cumplir con un propósito temporal. Fueron usados como un andamiaje que Dios empleó para la construcción de un templo espiritual. Cuando el andamio no se necesitó más, fue removido pero el templo permanece en pie aún, y es habitado por el Espíritu; porque “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? (1 Cor. 3:16).”
(El Oficio y la Obra del Espíritu Santo, 67)

Robert L. Dabney (1820-1898)
Luego de que la iglesia primitiva fue establecida, ya no existía la misma necesidad de “señales” sobrenaturales, y Dios, que no acostumbra derrochar sus expedientes, las descontinuó. Desde entonces, la Iglesia tendrá que conquistar la fe del mundo mediante su ejemplo y enseñanzas solamente, vigorizada por la iluminación del Espíritu Santo. Finalmente, los milagros, si se volvieran de común ocurrencia, dejarían de ser milagros, y serían considerados por los hombres como ley corriente.”
(La Prelacía, un error, Discusiones Evangélicas y Teológicas, 2:236-37).

Charles Spurgeon (1834-1892)
Querido hermano, honra al Espíritu de Dios como honrarías a Jesucristo si Él estuviera presente. Si Jesucristo morara en tu casa tú no le ignorarías, no seguirías con tus asuntos como si no estuviera allí. No ignores la presencia del Espíritu Santo en tu alma. Te ruego, no vivas como si no hubieras oído si hay un Espíritu Santo. A Él dale tus adoraciones constantes. Da reverencia al prestigioso Huésped que ha tenido a bien hacer de tu cuerpo su morada sagrada. Amalo, obedécele, adórale!
Ten cuidado de no imputar las vanas imaginaciones de tus fantasías a Él. He visto al Espíritu de Dios vergonzosamente deshonrado por personas – espero que estaban locos – que han dicho que han tenido esto y aquello revelado a ellos. No ha pasado sobre mi cabeza, desde hace algunos años, una sola semana en la que no me han molestado con las revelaciones de hipócritas o maniacos. Semi-lunáticos son muy aficionados a venir con los mensajes del Señor para mí y puede salvarles de algunos problemas si les digo de una vez por todas que no voy a poner atención a ninguno de sus mensajes estúpidos.
… Nunca sueñes que eventos se revelan a ti desde el Cielo, o puedes llegar a ser como esos idiotas que se atreven a imputar sus locuras flagrantes al Espíritu Santo. Si sientes que tu lengua te pica para decir tonterías, sígueles su rastro al diablo, no al Espíritu de Dios. Lo que ha de ser revelado por el Espíritu para que cualquiera de nosotros ya está en la Palabra de Dios – Él no añade nada a la Biblia, y nunca lo hará. Que las personas que tienen revelaciones de esto, aquello y lo otro, vayan a la cama y vuelvan en sí. Sólo me gustaría que sigan el consejo y ya no insulten al Espíritu Santo colocando sus tonterías ante Su puerta.
(Sermón titulado, “El Paracleto,” El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano, 1872, 18:563)

Habían alcanzado la cumbre de la piedad. Habían recibido «los poderes del siglo venidero.» No dones milagrosos, que nos son negados en estos días, pero todos esos poderes con los que el Espíritu Santo dota a un cristiano.
(Sermón titulado, “La Perseverancia Final,” El Púlpito de New Park, 1872, 2:171)

Aquellas obras del Espíritu Santo que son concedidas en nuestra época a la Iglesia de Dios, son en todo sentido tan valiosas como los dones milagrosos iniciales que ya no están con nosotros. La obra del Espíritu Santo, por medio de la cual los hombres son resucitados de su muerte en el pecado, no es inferior al poder que llevó a los hombres a hablar en lenguas.”
(Sermón titulado, “Recibiendo el Espíritu Santo,” El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano, 1884, 30:386)

Como resultado de la ascensión de Cristo al cielo, la iglesia recibió apóstoles, los hombres que fueron seleccionados como testigos porque habían visto personalmente al Salvador, un oficio que necesariamente se extinguió, y con razón, porque el poder milagroso también es retirado. Fueron necesarios de manera temporal, y fueron dados por el Señor ascendido como opción legada. Profetas, también, estaban en la iglesia primitiva.
(Sermón titulado, “La Ascensión de Cristo,” El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano, 1871, 17:178)

Debemos tener a los paganos convertidos, Dios tiene millares de Sus elegidos entre ellos, debemos ir y  buscar por ellos de alguna manera u otra. Muchas dificultades están eliminadas ahora, todos los países están abiertos para nosotros, y la distancia es casi aniquilada. Es cierto que no tenemos las lenguas pentecostales, pero las lenguas son ahora fácilmente adquiridas, mientras que el arte de la imprenta es un equivalente completo por el don perdido.
(“Adelante,” en Un Ministerio en Todo, 55-57)

George Smeaton  (1814-1889)
Los dones sobrenaturales o extraordinarios fueron temporales, y destinados a desaparecer cuando la iglesia debió ser fundada y el canon inspirado de la Escritura cerrado, porque eran una prueba externa de una inspiración.
(La Doctrina del Espíritu Santo, 51)

Abraham Kuyper (1837-1920)
Por tanto, los carismas deben ser considerados en un sentido económico. La Iglesia es una gran familia con muchas necesidades, una institución que se ha hecho eficiente por medio de muchas cosas. Ellos son a la Iglesia lo que la luz y el combustible son al hogar, no existen para sí mismos, sino para la familia, y para ser puestos a un lado cuando los días son largos y cálidos. Esto se aplica directamente a los carismas, muchos de los cuales, dados a la Iglesia apostólica, no están al servicio de la Iglesia de nuestros días.
(La Obra del Espíritu Santo, 182)

William G. T. Shedd (1820-1894)
Los dones sobrenaturales de inspiración y milagros que poseyeron los apóstoles no fueron continuados para sus sucesores ministeriales, puesto que ya no eran más necesarios. Todas las doctrinas del Cristianismo habían sido reveladas a los apóstoles, y habían sido entregadas a la iglesia en forma escrita. No había más necesidad de una posterior inspiración infalible. Y las credenciales y autoridad dadas a los primeros predicadores del Cristianismo en actos milagrosos, no requerían repetición continua de una edad a otra. Una edad de milagros debidamente autenticados es suficiente para establecer el origen divino del evangelio. En un tribunal humano, no es necesaria una serie indefinida de testigos. “Por boca de dos o tres testigos,” los hechos se establecen. El caso que ha sido cerrado no volverá a abrirse.
(Teología Dogmática, 2:369)

Benjamin Warfield (1887- 1921)
Estos dones… eran parte de las credenciales de los Apóstoles como los agentes autorizados de Dios en la fundación de la iglesia. Su función por lo tanto se limita distintivamente a la iglesia apostólica y ellos necesariamente terminaron con ella.
(Milagros Falsos, 6)

Arthur Pink (1886-1952)
Así como hubo oficios extraordinarios (apóstoles y profetas) en el comienzo de nuestra dispensación, también hubo dones extraordinarios; y como no hubo sucesores designados para estos oficios extraordinarios, tampoco hubo intención de continuar esos dones extraordinarios. Los dones dependían de los oficios. No tenemos más a los apóstoles con nosotros, y por consiguiente los dones sobrenaturales, la comunicación de los cuales constituyó parte esencial de las señales de un apóstol (2 Cor. 12:12), están ausentes.
(Estudios en las Escrituras, 9:319)

Martyn Lloyd Jones (1899-1981)
Pero una vez que estos documentos del Nuevo Testamento fueron escritos el oficio de profeta ya no era necesario. De ahí que en las epístolas pastorales que se aplican a una etapa posterior en la historia de la Iglesia, cuando las cosas se habían vuelto más establecidas y fijas, no hay ninguna mención de profetas. Está claro que incluso para entonces el oficio de profeta ya no era necesario, y el llamado era para los maestros y pastores y otros, para exponer las Escrituras y transmitir el conocimiento de la verdad.
Una vez más, debemos señalar que a menudo en la historia de la Iglesia el problema había surgido porque la gente pensaba que eran profetas en el sentido del Nuevo Testamento, y que habían recibido revelaciones especiales de la verdad. La respuesta a eso es que en vista de las Escrituras del Nuevo Testamento no hay necesidad de verdad adicional. Esa es una proposición absoluta. Tenemos toda la verdad en el Nuevo Testamento, y no hay necesidad de revelaciones adicionales. Todo ha sido dado, todo lo que es necesario para nosotros está disponible. Por lo tanto, si un hombre asegura haber recibido una revelación de una verdad nueva debemos sospechar de él de inmediato…
La respuesta a todo esto es que la necesidad de profetas termina una vez que tenemos el canon del Nuevo Testamento. Ya no necesitamos revelaciones directas de la verdad, la verdad está en la Biblia. Nunca debemos separar el Espíritu y la Palabra. El Espíritu nos habla a través de la Palabra, de modo que siempre hay que poner en dudar y cuestionar cualquier supuesta revelación que no es totalmente coherente con la Palabra de Dios. De hecho, la esencia de la sabiduría es rechazar por completo el término “revelación” en la medida que a nosotros respecta, y hablar sólo de “iluminación.” La revelación ha sido dada una vez por todas, y lo que necesitamos y lo que por la gracia de Dios podemos tener, y tenemos, es la iluminación por el Espíritu para entender la Palabra.
(La Unidad Cristiana, 189-91)

Nota: La mayoría de las citas fueron extraídas del libro, «Strange Fire» (Fuego Extraño) de John MacArthur.

Diez Memorables Citas de Martyn Lloyd Jones sobre la Predicación

14 Sep

El médico, pastor y predicador galés, Martyn Lloyd-Jones (1899 – 1981), fue una de las figuras más destacadas en el resurgimiento de la predicación expositiva en el mundo de habla inglesa. “El Doctor,” como afectuosamente le llamaban, fue uno de los instrumentos que Dios usó para volver a levantar la predicación bíblica cuando esta se encontraba en decadencia.

 Es mi oración que las siguientes diez citas que recopilé del libro de Lloyd Jones llamado, “La Predicación y los Predicadores,” en su versión original en inglés, alimenten aún más el fuego en aquellos que han sido llamados a esta noble tarea y que se conviertan en hombres apasionados por Dios, por su verdad y por su iglesia.

Un hombre que siente que es competente, y que puede hacer esto fácilmente, por lo que se apresura a predicar sin ninguna sensación de miedo o estremecimiento, o vacilación alguna, es un hombre que está proclamando que nunca ha sido «llamado» a ser un predicador. [1]

Cualquier definición verdadera de la predicación debe decir que ese hombre está allí para entregar el mensaje de Dios, un mensaje de Dios a las personas. Si prefieres el lenguaje de Pablo, él es «un embajador de Cristo.» Eso es lo que es. Él ha sido enviado, él es una persona comisionada, y él está de pie allí como vocero de Dios y de Cristo, para dirigirse a esas personas. [2]

Evita la astucia y perspicacia. La gente va a detectar esto, y van a tener la impresión de que estás más interesado en ti mismo y tu inteligencia que en la verdad de Dios y sus almas.[3]

Predicar la Palabra es la tarea principal de la Iglesia, la tarea primordial de los líderes de la Iglesia. Las  personas que estamos establecidas en esta posición de autoridad, no debemos permitir que nada nos desvíe de esto, por muy buena que sea la causa, por grande que sea la necesidad. [4]

Esto es lo que predicar (la Biblia) está destinado a hacer. Se dirige a nosotros de una manera tal que nos trae bajo juicio, y trata con nosotros de tal manera que sentimos que toda nuestra vida está involucrada, y decimos: «Nunca podré volver a vivir como lo hacía antes. Esto ha hecho algo en mí, ha hecho una diferencia en mí. Soy una persona diferente como resultado de escuchar esto.” [5]

La tarea de la predicación es el llamado más alto y más grande y más glorioso a la que alguien alguna vez pueda ser llamado. [6]

La predicación autoritativa, se produce cuando Dios da el poder que le permite [al predicador] por medio del Espíritu hacer este trabajo de una manera que lo eleva más allá de los esfuerzos e iniciativas del hombre. [7]

No se puede tratar adecuadamente con el arrepentimiento sin tratar con la doctrina del hombre, la doctrina de la caída, la doctrina del pecado y de la ira de Dios contra el pecado.» [8]

¿Qué es la predicación? Es teología en llamas. Y una teología que no tiene fuego, sostengo, es una teología defectuosa, o al menos la comprensión del hombre de la misma es defectuosa. La predicación es teología que viene a través de un hombre que está en llamas. [9]

La necesidad más urgente en la Iglesia cristiana en la actualidad es una auténtica predicación, y puesto que esta es la mayor y más urgente necesidad en la Iglesia, es también la mayor necesidad del mundo. [10]


[1] Martyn Lloyd-Jones, Preaching and Preachers, 107.

[2] Idem., 53.

[3] Idem., 209.

[4] Idem., p. 23.

[5] Idem., p. 56.

[6] Idem., 9.

[7] Idem., 305.

[8] Idem., 65.

[9] Idem., 97.

[10] Idem., 9.

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